La patria era un billete falso

con el que comprábamos cigarrillos a escondidas

Eran los andenes en los que escribíamos

nuestros nombres

cuando el cemento del alba todavía estaba fresco

Era la lluvia, y más que la lluvia

la forma en que bailábamos

con su canto

Era mirar el cielo dando vueltas, como leves briznas

en la rueda de los años

de aquel parque de toda la vida

Ciertamente, la patria no era

ni el barrio ni la ciudad

mucho menos los colores de una bandera

que no nos pertenecía

Éramos nosotrxs, cuando nos hicimos amigxs

y cultivamos, como semillas de mandarina

nuestros sueños

en las grietas de los andenes

ya empozados con demasiada sangre.