En Bucaramanga no pasa nada y, sin embargo, una vez un grupo de obreros, al manipular un antiguo reloj guane, detuvieron todos los relojes de la ciudad. No pasa nada, pero las estatuas de los librepensadores aparecen sin mano, y las otras, haciendo un aro con la suya para que los borrachos y los niños pasen entre ella pequeñas piedras. Acá no pasa absolutamente nada, pero la cabeza de Higinio Bretón —el último condenado a muerte de la ciudad— se esconde en algún piso de la Plaza central. No pasa nada, pero la última batalla contra el diablo la libraron un grupo de niños escapando de los matachines en el barrio la Salle. Acá tal vez sí pasan cosas, cosas que oyen los celadores, las tinteras, las flores que nacen en los monumentos. En definitiva, en Bucaramanga pasan cosas, tantas cosas, que la ciudad sucede con independencia de sus habitantes, sostenida únicamente por sus inverosímiles historias. He aquí una antología con diez de ellas.